11 de febrero de 2013

Los alimentos funcionales II


Mitos y leyendas
Hay que reconocer que sabemos poco de nutrición, y lo poco que sabemos, no lo ponemos en marcha, pero también es preciso reconocer que los cambios que se han producido, en cuanto a recomendaciones nutricionales se refiere, no han ayudado mucho.
Así, existe una larga lista de mitos y creencias en torno a la alimentación que deben ser conocidas para poder modificar los malos hábitos. Algunos de estos falsos mitos han venido de la mano de la ciencia y de los médicos debido a que la nutrición, aparte de ser una ciencia joven, se ha basado durante tiempo en datos empíricos más que en hechos reales con base científica demostrada. A causa de ello, una afirmación hecha a la ligera por un supuesto experto –muchas veces con condicionantes comerciales detrás- corría como una bola de nieve y se convertía en una leyenda urbana en poco tiempo. Es el caso de las sardinas, en otro tiempo denostadas por ser comida de pobre; el alto consumo de carne como muestra de alcurnia social o
la mala imagen que se intentó crear al aceite de oliva por parte de quienes producían otro tipo de grasas o aceites,curiosamente, perniciosos para la salud.

En el momento actual, ya se sabe que las grasas procedentes del aceite de oliva son las más saludables y que los aceites de pescado, sobre todo azul, son beneficiosos para el correcto funcionamiento del organismo. Denostado años atrás por los defensores de la mantequilla y la manteca como grasa básica para cocinar, numerosos estudios no sólo lo han rehabilitado en su papel beneficioso para la salud, sino que hoy constituye la base de una dieta sana. Existen tres tipos básicos de aceite: saturados, monoinsaturados y poliinsaturados (omega 3 y 6). El aceite de oliva tiene la ventaja de ser monoinsaturado con un efecto
neutro sobre los de tipo omega 3 y omega 6 (pescado, nueces y vegetales de hoja verde), con lo que podríamos decir que es el aceite más equilibrado nutricionalmente hablando. Además, diversos estudios han demostrado que a sus cualidades antioxidantes -equilibra el número de radicales libres en el organismo, retardando el envejecimiento de las paredes de las membranas celulares- une propiedades antiinflamatorias. Un reciente artículo publicado en Nature, no sólo afianza estas teorías, sino que aporta la idea de que este aceite contiene en su composición polifenoles con cualidades anticancerígenas.
Asimismo, hablamos del aceite que admite más recalentamientos y refritos sin deteriorarse, y cuenta con un
alto contenido en componentes antioxidantes (vitamina E y compuestos fenólicos), que no sólo no aumentan las cifras de colesterol en sangre, sino que ayudan a reducirlas, eso sin contar con sus cualidades antiinflamatorias, que avalan su papel cardioprotector y preventivo sobre algunas patologías gastrointestinales.
Hay muchos más ejemplos de alimentos “habituales” que se podrían considerar potencialmente funcionales. En este grupo también estarían el atún o las “vulgares” sardinas, por ejemplo, fuente de proteínas y omega 3; o el vino, que sin ser considerado un alimento, también forma parte de nuestra dieta. El vino tinto, por ejemplo, es rico en resveratrol y fenoles, que junto a las catequinas, galocatequinas y antocianinas, es un preventivo cardiaco. La razón se halla en las propiedades que tienen estos polifenoles junto a otros componentes como los taninos, para disminuir el nivel de colesterol y triglicéridos en la sangre y fluidificarla,
impidiendo la aparición de trombos. Sin embargo, no hay que olvidar su contenido en alcohol, y los perjuicios que puede causar este elemento si no se toma en cantidades moderadas.
Por otro lado, parece que el consumo moderado de cerveza con y sin alcohol podría ejercer un efecto protector contra los procesos oxidativos de nuestro organismo. Los estudios realizados muestran cómo tras la inducción de un estrés oxidativo, el consumo moderado de cerveza podría estar involucrado en la disminución del daño producido en el material genético. La cerveza cuenta con más de 2.000 compuestos, entre ellos el ácido fólico, vitaminas del complejo B (B1, B2, B12) y polifenoles.

La lista de alimentos “normales” con propiedades “funcionales” podría completarse con los frutos secos, las frutas, las verduras… y hasta con el chocolate; si bien, siendo justos, también habría que reconocer que alguno de ellos, tomadocon profusión, puede ocasionar desequilibrios nutricionales o favorecer el sobrepeso y la obesidad. Pero, en general, podríamos decir que con una dieta equilibrada que prime el consumo de frutas, verduras, legumbres y pescado, e incorpore cantidades moderadas de hidratos de carbono, carnes y otras fuentes proteicas provenientes de animal, no sería necesario tomar alimento funcional alguno.

Un error nutricional común es la tendencia de la población a sobrevalorar los caldos (sopas) cuando éstas
apenas incorporan proteínas, ya que estas se coagulan por el calor y se quedan en la carne hervida, o considerar que los productos congelados tienen menos valor nutritivo que los frescos, cuando en realidad tienen el mismo; que no es igual tomar queso que leche, cuando en realidad tienen valores nutritivos similares y se deben alternar, o pensar que el huevo en crudo alimenta más que el huevo cocido, cuando realmente es lo contrario.